La quema de la Sierra de Gata no fue un sueño

14 de agosto de 2015

Asistir en primera línea al riesgo inminente de la quema de tu propio pueblo, arrasado por las llamas que cabalgan desde los bosques y los pastizales de tu infancia, es una experiencia, pienso aun hoy algo asustada, lo más parecida a un bombardeo bélico que lo arranca todo de cuajo a su paso y que revienta hasta el mismísimo aliento. Este verano el destino nos tenía reservado a mí y a mi familia vernos en medio de esta tragedia como el resto de mis paisanos. Fuimos envueltos en el angustiante humo, con el tiempo detenido y nuestros corazones encogidos luchando, en un compás de espera interminable, para que el miedo y el desamparo no se adueñasen por completo de nuestras vidas. Nos evacuaron sin más equipaje que las enormes ganas de rencontrarnos todos salvos y sanos en cualquier lugar, fuera del alcance de la furia de las llamas que lo hacían todo a nuestro alrededor caótico e inhóspito, mientras más de 7.000 hectáreas de terreno se convertían en cenizas y humo.

Y que cierto es que en situaciones extremas, en esas circunstancias donde todo lo que das por bueno se ve cuestionado y que el riesgo de perderlo todo acecha, es cuando sorpresivamente brota lo mejor de nosotros , lo que nos hace más humanos , y damos de sí, lo más noble de nuestras personas. He estado cerca de mi pueblo, de mi gente como nunca hubiera podido esperar. Lástima que el coste para semejante experiencia humana haya sido tan elevado. A los habitantes de Hoyos, nos trasladaron a Moraleja, donde sus habitantes nos acogieron como a sus hijos, con el amor desinteresado que tan delicadamente sabe suministrar la buena gente. Una vez más infinitas gracias.

Inevitable recodar como en el 2003 tuvimos que hacer frente nosotros mismos a otro fuego que amenazaba Hoyos por su parte más vulnerable, La Cuesta. La gente salía de sus casas, con su ropa y sus sandalias veraniegas, inmediatamente se formaba una cadena de plástico coloreados, esos cubos que iban llenos y volvían vacíos. Así, una y otra vez. Esta vez la magnitud de la tragedia requería de medios muchísimos más importantes, a la altura de lo que se estaba fraguando. Un operativo que ha incluido bomberos, soldados y medios aéreos y terrestres, en una heroica entrega de noche y día. Gracias a todos y cada y uno de ellos y ellas. Al lado de estos y cuando el fuego amenazaba de forma real el núcleo urbano de Hoyos, participaron otros tantos vecinos anónimos, a los que también desde aquí quiero rendir un sentido homenaje de agradecimiento.

Antiguamente, en febrero y marzo se hacían quemas para reforzar pastos eso contribuía a prevenir los incendios de verano, pero esas prácticas ahora están penalmente sancionadas y el monte crece de forma descontrolada sin una política de prevención clara. El fuego ha dejado de ser una perturbación natural que modela el paisaje para convertirse en una terrible amenaza. Hoy las causas de estas desgracias no son ya naturales, por el contrario son causadas en el 95% de los casos, por la mano del hombre. Signos inequívocos de los tiempos éticamente inciertos que vivimos.

Debemos apostar de forma clara y contundente, y con apoyo presupuestario suficiente, por la prevención, la concienciación y la educación. Mantener limpios nuestros bosques y fincas y formar adecuadamente a la población son cuestiones claves a la hora de reducir los riesgos. Los habitantes de nuestros pueblos son gente que conoce el entorno, y posee mucha información del terreno, concreta, práctica , que en un momento dado puede ser decisiva para combatir estas catástrofes o por lo menos acortar el sufrimiento humano que causan y las quiebras económicas que acarrean. A veces se ven gestos y comportamientos, en forma de actitudes de exclusión de las buenas voluntades inspiradas en la sabiduría del mundo local, marginados de los operativos de salvamento, en nombre de la "dictadura de lo profesional". También en Hoyos (Joyus a nosa Fala ) y en el resto de pueblos de la comarca afectados quedó nuevamente demostrado que esas habilidades de sus moradores, cuando se cuenta con ellas, sirven para mucho.

La quema de la Sierra de Gata no fue un sueño y tampoco tiene que transformarse en una pesadilla. Los incendios forestales tienen un gran impacto sobre la economía y formas de vida de la población rural y en Sierra de Gata, también, sobre el turismo e incluso sobre una forma de ser y de entender la vida. Ojala que de esta experiencia dramática, hayamos aprendido todos a hacer mejor las cosas porque de las tragedias y los errores también se aprende.

La fuerza de la naturaleza, que es más sabia que nosotros, con nuestra bella Sierra de Gata, nuestro "paraíso" sabrá hacer el resto.


Julia Hernández Valles

Ararteko en funciones