Europa pese a todo

2019ko maiatzaren 16a

El Presidente de Francia escribió hace algunas semanas: "nunca antes, desde la Segunda Guerra Mundial, Europa ha sido tan necesaria. Y, sin embargo, nunca ha estado tan en peligro". Palabras rotundas que ilustran bien algo más que una preocupación.

El pesimismo anida con frecuencia en los proyectos gigantescos, largos en el tiempo por su propia naturaleza. Parece haberse apoderado también de buena parte de los ciudadanos europeos en estos tiempos de genuina fascinación por rozar lo desconocido, por asomarse al abismo.

El interminable cuento del Brexit causa discordia en el propio Reino Unido y profunda perplejidad y desazón en el resto de Europa. Inacabable cuento escrito por manos irresponsables, frívolas, indignas de servir al país que, en el año 1215, promulgó la Carta Magna, el primer documento de rango constitucional que protegió las libertades del individuo contra las arbitrariedades del Déspota.

Los brotes de xenofobia, cada vez más frecuentes en muchos lugares a través de nuestra geografía, desdibujan peligrosamente los perfiles del pilar solidaridad, inherente al proyecto europeo. El insulto a las mujeres y hombres que llegan de nuestro sur, y la falta de compasión para con estos, envilece moralmente a sus autores.

La pérdida de memoria de lo que aconteció apenas hace unas décadas en el corazón de Europa ensombrece incluso las mejores intenciones. Y las persistentes desigualdades sociales causan desconfianza, flaqueza de ánimo y desesperanza. Con ello se socava otro de los pilares sobre los que se asienta nuestra civilización: la igualdad. Da la impresión de que no lo advertimos de forma suficiente.

La demagogia se ha entronizado como la gran patrona del debate entre políticos; las salidas de tono y los insultos se han convertido en el medio dialéctico por excelencia. En extremos opuestos abundan quienes proclaman la teoría de la inevitable decadencia del continente, izando la bandera del anti europeísmo y el fraccionalismo, amparados en el temible adagio de: "cuanto peor, mejor".

Y sin embargo, ninguna de estas malas noticias, propias y genuinas de nuestra contemporaneidad, conseguirá que abandonemos las ideas que condujeron a Schuman, De Gasperi, Monet y Adenauer a levantar el proyecto de una Europa unida, poco tiempo después de que esta quedase devastada. Para los vascos, en particular, ese proyecto ha representado siempre (y sigue representando hoy) un referente de libertad y una garantía de convivencia democrática en paz. El interés por la "cosa común" se ha socializado, el debate público se europeíza crecientemente. Lo que se discute en Estrasburgo y Bruselas es conocido cada vez mejor e interpela de forma simultánea a la ciudadanía en Bilbao y en Atenas, Constituye en sí mismo un significativo factor de democratización. Pese a que en ocasiones las percepciones indiquen lo contrario, los ciudadanos son más poderosos y van ensanchando los límites de su participación en los procesos de toma de decisiones.

Más que nunca se hace necesaria la concordia política entre quienes antaño fueron enemigos en las trincheras. La afirmación de los valores y principios que nos unen. No está en juego la palabra Europa tomada como algo abstracto, sino el propio sistema de bienestar, la cohesión social y la disminución de las desigualdades. Se hace imprescindible que el ciudadano, la ciudadana común se identifiquen con los esfuerzos que representa el proyecto de construcción de una Europa unida, esfuerzos que pasan inadvertidos muchas veces pero que forman parte de una cotidianidad positiva.

Solo un ejemplo: no hace mucho tiempo que sobre Europa y el resto del mundo se cernió la amenaza totalitaria por medio de atentados contra la población civil, con el propósito de causar multitud de bajas y de esta manera provocar la desconfianza en el funcionamiento de las instituciones democráticas. Pese a que los atentados suceden aún de vez en cuando, se han reducido de manera importante, de eso no hay duda. Y eso ha sido posible gracias al trabajo anónimo y silencioo de miles de funcionarios europeos que diariamente coordinan sus inteligencias y esfuerzos con éxito.

Quizá no sean propios de esta era los liderazgos brillantes que dieron lustre al periodo de la posguerra, quizá sea suficiente con que un buen número de las mujeres y los hombres de Europa advirtamos que tiempos mejores están por venir y que para ello hacen falta convicciones sólidas.

Europa no se hará de una sola vez, sino por realizaciones concretas que creen una solidaridad de hecho, escribió Robert Schuman en 1950. Palabras precisas, indispensables en estos tiempos. Un programa en sí mismo.

Manuel Lezertua Rodríguez
Ararteko